miércoles, 26 de agosto de 2015

VISITANDO UNA TARDE PARIS CON NIÑOS

Tomamos el tren la frontera de Alemania con Francia a solo dos horas de Paris, super cómodo para la peques, se entretuvo con algunas hojas y una pluma, no más. 
Llegamos a la estación Gare du Nord donde compramos el paquete los boletos de metro, no sin antes tomar el mapita gratuito que tienen en las oficinas al lado las maquinas automáticas que afortunadamente está varios idiomas. Recomiendo comprar el paquete de varios boletos porque ya con sus 4 años pagó boleto reducido, el metro es la forma más fácil de moverse dentro de Paris, eso sí, subes y bajas escaleras como para quemar todos los quesos, croissants y crepas de nutella que te comes durante la visita.
Nos acomodamos en el depa que elegí por Airbnb (desde mi punto de vista la mejor página para reservas de apartamentos), estaba super bien ubicado a solo cuadra y media del metro, pero lo mejor de ese lugar era la encantadora y deliciosa panadería de la esquina, eso sí, no hablaban más que francés, pero a señas y con mi casi nulo francés logramos pedir pan dulce y baguettes a precios decentes para guardar en la mochila y alimentarnos el resto del día. Es cierto que a los franceses es mejor intentar hablar su idioma o intentar con español porque eso del inglés ahí no funciona.
Y ahora sí a caminar y caminar, afortunadamente pulga es un joya para eso, de repente parábamos en algún parque hasta que llegamos a Champs de Mars, los bellos jardines atrás de la torre Eiffel, y ahí, en un bello domingo por la tarde nos sentamos a comer baguette con orangina, en una banquita, sin mucho, más que la mochila, la cámara y el momento de disfrutar a los parisinos pasar, con la hermosa torre de fondo.
Después no quedó más que hacer la fila para subir a la torre porque esta pulga no se la pierde por nada, eso sí, antes nos acabamos las bebidas antes de llegar a la entrada, subimos hasta arriba porque para mi gusto no vale la pena solo subir a la mitad, caminamos por ahí, pasamos un buen rato donde están las figuras de cera de hay arriba dentro de una vitrina (no entiendo porque le gustan tanto), y bajamos a para comer un rico algodón gigante, de esos caros pero que valen la pena comprar una vez en la vida, y ver esa carita de gozo con la torre de panorama. 
Atravesamos Trocadero donde comimos una rica crespa atascada de calorías,  de esas para turistas como nosotros, y caminamos hasta Champs Elysees. Ahí entramos a Renault donde quedó encantada con un carrito que podía colorear y después scannear para verlo en una pantalla gigante como una carrera, le gusto tanto que volvimos los dos  siguientes días, yo ya no sabía donde meterme, pero ni como quitarle el gusto a esta pulga.
Era ahora tiempo de volver al hogar temporal pero la línea de metro que necesitábamos estaba cerrada, así que sin presupuesto no quedó más que deambular disfrutando la encantadora noche parisina hasta llegar casi a la media noche, esperaba con ansias ver pasar el auto de la película Una noche en París  (pero claro que no paso). 
Pero no queda duda que Paris tiene encanto, especialmente en una noche suave y fresca de noviembre al lado de mi pulga viajera.






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